La Coronilla de la Divina Misericordia
Oración Inicial (Opcional): “Expiraste, Jesús, pero la fuente de vida brotó para las almas y el mar de misericordia se abrió para el mundo entero. Oh Fuente de Vida, insondable Misericordia Divina, envuelve al mundo entero y vacíate sobre nosotros.”
Padre Nuestro
Padre nuestro que estás en el cielo,
santificado sea tu Nombre,
venga a nosotros tu reino,
hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo.
Danos hoy nuestro pan de cada día;
perdona nuestras ofensas,
como también nosotros perdonamos a los que nos ofenden;
no nos dejes caer en la tentación
y líbranos del mal. Amén.
Ave María
Dios te salve, María,
llena eres de gracia,
el Señor es contigo;
bendita Tú eres entre todas las mujeres
y bendito es el fruto de tu vientre, Jesús.
Santa María, Madre de Dios,
ruega por nosotros, pecadores,
ahora y en la hora de nuestra muerte. Amén.
Credo
Creo en Dios, Padre todopoderoso,
Creador del cielo y de la tierra.
Creo en Jesucristo, su único Hijo, nuestro Señor,
que fue concebido por obra y gracia del Espíritu Santo,
nació de Santa María Virgen,
padeció bajo el poder de Poncio Pilato,
fue crucificado, muerto y sepultado,
descendió a los infiernos,
al tercer día resucitó de entre los muertos,
subió a los cielos
y está sentado a la derecha de Dios, Padre todopoderoso.
Desde allí ha de venir a juzgar a vivos y muertos.
Creo en el Espíritu Santo,
la Santa Iglesia Católica,
la comunión de los santos,
el perdón de los pecados,
la resurrección de la carne
y la vida eterna. Amén.
Oración de la Coronilla
En las cuentas grandes del Rosario (una vez):
Padre Eterno, te ofrezco el Cuerpo, la Sangre, el Alma y la Divinidad de tu amadísimo Hijo, nuestro Señor Jesucristo, como propiciación de nuestros pecados y los del mundo entero.
En las cuentas pequeñas del Rosario (diez veces):
Por su dolorosa Pasión, ten misericordia de nosotros y del mundo entero.
Al final de cada decena (una vez):
Oh Sangre y Agua, que brotaste del Corazón de Jesús como una fuente de Misericordia para nosotros, en Ti confío.
Conclusión o Cierre (tres veces):
Santo Dios, Santo Fuerte, Santo Inmortal, ten misericordia de nosotros y del mundo entero.
Sobre la Oración
La oración de la Coronilla de la Divina Misericordia tiene su origen en las revelaciones recibidas por Santa Faustina Kowalska, una monja polaca, en su diario, conocido como el Diario de Santa María Faustina Kowalska: La Divina Misericordia en Mi Alma. En 1935, Faustina escribió que Jesús le enseñó esta oración durante una visión, como un medio para obtener misericordia para el mundo entero.
Según el diario, Jesús le pidió a Faustina que rezara la coronilla y la propagara, prometiendo que quienes la rezaran con fe recibirían grandes gracias, especialmente en la hora de la muerte. La oración está centrada en la Pasión de Cristo y en ofrecer su sacrificio al Padre por la redención del mundo, destacando el poder de la misericordia divina para salvar almas y ofrecer consuelo en tiempos de dificultad. La devoción se difundió a nivel mundial después de la muerte de Faustina y fue promovida por el Papa Juan Pablo II, quien la canonizó en el año 2000.
Link del Libro: Diario de Santa María Faustina
El Evangelio, Lucas 3, 1-6
1 El año decimoquinto del reinado del emperador Tiberio, cuando Poncio Pilato gobernaba la Judea, siendo Herodes tetrarca de Galilea, su hermano Felipe tetrarca de Iturea y Traconítide, y Lisanias tetrarca de Abilene,
El Evangelio, Mateo 15, 29-37
29 Desde allí, Jesús llegó a orillas del mar de Galilea y, subiendo a la montaña, se sentó.
El Evangelio, Lucas 10, 21-24
En aquel momento Jesús se estremeció de gozo, movido por el Espíritu Santo, y dijo: «Te alabo, Padre, Señor del cielo y de la tierra, por haber ocultado estas cosas a los sabios y a los prudentes y haberlas revelado a los pequeños. Sí, Padre, porque así lo has querido. Todo me ha sido dado por mi Padre, y nadie sabe quién es el Hijo, sino el Padre, como nadie sabe quién es el Padre, sino el Hijo y aquel a quien el Hijo se lo quiera revelar». Después, volviéndose hacia sus discípulos, Jesús les dijo a ellos solos: «¡Felices los ojos que ven lo que ustedes ven! ¡Les aseguro que muchos profetas y reyes quisieron ver lo que ustedes ven y no lo vieron, oír lo que ustedes oyen y no lo oyeron!».